“Eldiario.es.Hacia el tecnofascismo”: las raíces reaccionarias de Silicon Valley
Historia de Becca Lewis
La reputación progresista que tiene el sector tecnológico es engañosa: sus tendencias conservadoras, como la celebración de la riqueza, el poder y la masculinidad tradicional, han sido evidentes desde la fiebre de las puntocom en la década de los 90.
Un influyente medio de Silicon Valley publicando un artículo de portada para quejarse de cómo se ha “afeminado” el mundo de la tecnología. El importante director general de una tecnológica arremetiendo contra los llamamientos de un líder negro de los derechos civiles que pide diversificar la mano de obra en el sector. Tecnólogos enfurecidos contra la “policía de lo políticamente correcto”.
En gran parte, sus voces fueron silenciadas por los entusiastas tecnólogos del momento, pero Malone y Borsook habían visto un Silicon Valley construido en torno a la reverencia por el poder masculino sin límites que se resistía con fuerza a cualquier cosa que lo desafiara. En la raíz de este pensamiento reaccionario estaba el intelectual público y escritor George Gilder. Gilder era uno de los evangelistas más elocuentes de Silicon Valley y un popular “futurólogo” que pronosticaba las próximas tendencias de la tecnología. El boletín de noticias sobre inversiones que puso en marcha en 1996 tenía tantos suscriptores que provocó que sus lectores se apresuraran a comprar acciones, un fenómeno que se dio a conocer como 'efecto Gilder'.
Gilder era una persona socialmente conservadora que llevó su ideología a Silicon Valley. En los años 70 se había dado a conocer como discípulo del conservador William F. Buckley y como provocador antifeminista. En un momento en que las mujeres se incorporaban al mercado laboral a un ritmo sin precedentes, Gilder escribía libros defendiendo la necesidad de volver a los roles de género tradicionales y diciendo que la causa de problemas sociales como la pobreza se encontraba en la desintegración de la familia nuclear. También cargaba contra los programas federales de asistencia social, y especialmente contra los que ayudaban económicamente a las madres solteras, asegurando que convertían a los hombres en “cornudos del Estado”.
En 1974, la Organización Nacional de Mujeres nombró a Gilder “Cerdo Machista del Año”, una distinción que él llevaba con orgullo.
A principios de los 80, Gilder celebraba la existencia de un vínculo entre el capitalismo, el espíritu emprendedor y la familia nuclear. Decía que los empresarios eran las personas más morales y benévolas de la sociedad, porque traían productos al mundo, sin ninguna garantía de beneficios, y después reinvertían lo generado en la economía. Para Gilder, el emprendimiento era también un mecanismo para rechazar al Estado del bienestar y volver al papel social del hombre como sostén de la familia. Insistía en que los hombres tenían más aptitudes biológicas y sociales para el emprendimiento que las mujeres, y que un énfasis en ese espíritu empresarial podía servir para volver a la estructura tradicional de la familia nuclear, con sus rígidas divisiones de género. Usando el lenguaje religioso (era un cristiano devoto), escribió que los empresarios eran seres humanos que “conocen las reglas del mundo y las leyes de Dios”.